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Donde dije digo, digo Diego: al final todos contentos con Mourinho

de Adrián Blanco

José Mourinho reiteró en numerosas ocasiones durante el pasado que laEuropa League no era competición a su altura. Que él, palmarés en mano, simplemente había nacido para danzar en la noche al ritmo del himno más famoso del fútbol. Esta misma noche, en Solna, el técnico portugués levantó su segunda Copa de la UEFA (ahora Europa League), y ni siquiera se levantó a celebrar el tanto de Paul Pogba. Ni el de Mkhitaryan. Tampoco le hicieron falta carreras, ni discusiones. Dado su dominio, a decir verdad, no necesitó más que sentarse y esperar. Hasta el pitido final.

Por increíble que parezca, el triunfo del portugués ha conseguido aunar, por vez primera desde tantísimo tiempo, a detractores y fieles feligreses a su figura. Los primeros, ya en la previa del encuentro, construyeron su argumento en base a dos teorías, con tal de atizar su trabajo: si gana, porque lo hace ante el Ajax y en un torneo que, según el mismo, consideraba inferior; si perdía, si cabe, lo mismo y no sé qué teorías de largueros, autobuses y cerrojos (¡Cuánto daño ha hecho el tiki-taka, por favor!). Los seguidores, por su parte, celebraron el triunfo como el resurgir del de Setúbal cuando, meses antes, pareció tocar fondo tras tocar la gloria con el Chelsea; pues, a pesar de sus dificultades por ver portería, el curso del Manchester United deja más notas positivas que contrarias. Pero como en el fútbol no parece existir memoria, a fin de cuentas, tanto unos como los otros: donde dije digo, digo Diego. Y anoche todos contentos.


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