El bote de kétchup se volvió a atascar en el desierto
“Los goles son como los botes de 'ketchup', golpeas y golpeas y el tomate no sale, pero cuando lo hace viene todo a la vez”, recordaba Ruud Van Nistelrooy a un Gonzalo Higuaín al que, por más que lo intentaba, no acababa de materializar sus ocasiones de gol. Ese mismo debe recordar el productivo delantero holandés al actual Real Madrid, que ante el Al Jazira volvió a refrendar el principal problema que ha lastrado su comienzo de temporada y que, como estamos pudiendo ver, aún arrastra: la falta de gol. Y no porque no haya ocasiones, ya que el conjunto blanco definió estadísticamente el término asedio ante el conjunto emiratí; sino por ineficacia, mala racha, bloqueo mental o llámase ‘X’.
Esta temporada el Madrid siempre engrandece la figura del portero rival: pasó con Neto (Valencia), Adán (Betis), Lloris (Tottenham) o como último precedente Al Khaseif. El arquero del Al Jazira cuajó el partido de sus sueños al realizar 9 paradas, algunas de ellas inverosímiles. Sin embargo, más allá de este dato, lo auténticamente reseñable fue lo mucho que necesitó el conjunto blanco para acabar ganando, por la mínima y sufriendo a un equipo de categoría ‘Segunda División’ española. 19 córners, 33 disparos, once a puerta. 22, rechazados o fuera del arco. Tres de ellos, repelidos por el poste, dos a Benzema y uno a Modric tras rebotar el balón en el portero rival. Además de los dos disparos correspondientes a los goles anulados a Cristiano y Benzema. Lo que popularmente se conoce como matar moscas a cañonazos. O lo que es lo mismo, usar demasiados recursos para llevar una determinada acción. El Madrid volvió a luchar contra sí mismo, contra su bloqueo ante el gol, contra su mala suerte o contra su paciencia. Como lo quieren llamar. De esos 33 disparos únicamente dos cruzaron válidamente la línea de gol.
Sin control, la potencia no sirve de nada, afirmaba Pirelli. El Madrid fue impetuoso pero no efectivo ni autoritario. Además del problema ante el gol, el Madrid mostró errores y desajustes defensivos y de coordinación impropios, quizá por la excesiva tensión que hay sobre ellos. Un ciclón enérgico no materializado en el fin último del fútbol: el juego y los goles. Una manada de búfalos que únicamente se cobró dos víctimas, en forma de tantos agónicos. Ante el Sevilla pareció que el bote de kétchup se había desatascado… ¿fue la manita un espejismo?