Arbeloa, uno di noi
Álvaro Arbeloa Coca (Salamanca, 17 de enero 1983), amado por unos y vilipendiado por otros. Mártir de la causa madridista contra el cuarto poder, pero honrado y sincero como pocos futbolistas. Capitán sin brazalete y portavoz sin despacho, defiende y muere por el escudo que porta en el pecho. Cuando habla, el madridismo calla y atiende. No es el mejor de la plantilla, ni el que más cobra, pero se ha convertido en el último Juanito, un atisbo de esperanza entre los egoísmos que a día de hoy rodean el mundo del fútbol.
Actitud, perseverancia y profesionalidad, sus cualidades. La entrega y la lucha por bandera. Arbeloa no es un jugador normal, más allá de lo que pueda dar en el campo, representa una idea, una filosofía, una forma de entender el Real Madrid y la vida misma. Sus éxitos son el triunfo de la normalidad, tan ninguneada como escasa en los tiempos que corren.
Cuando el Madrid gana, gana a pesar de Arbeloa. Cuando pierde, pierde Arbeloa. No importa, su escudo de espartano y sus curtidas espaldas aguantan -casi- todo. Injustas campañas mediáticas en su contra, insuficientes para derrotar a un capitán general, a un soldado que sabe donde se encuentra la delgada línea entre la cortesía y el servilismo. Inteligente y culto, no responde al estereotipo de futbolista dócil y manejable con estilismo de Mujeres y Hombres y Viceversa.
Su mayor pecado, la lealtad a un vestuario y a la figura del entrenador, ya se llame Pellegrini, Mourinho, Ancelotti o Del Bosque el susodicho. Defender la labor del técnico de turno, le ha pasado factura ante la yihad de copa y puro en la sobremesa. No come pipas, pero es campeón de Europa y del Mundo. Protagonista cuando vienen mal dadas, se mantiene en un segundo plano en los momentos de champán y celebración. Un fontanero del fútbol, de aquellos que limpian las tuberías de restos y malas hierbas.
Arbeloa no es Cafú ni Roberto Carlos, ni seguramente aparezca en el mejor once de la historia, pero su legado irá más allá de los meros conceptos futbolísticos. Sobresaliente defensor y jugador de equipo, ha sido continuamente menospreciado por los gurús de pluma y alcachofa.
Portador de un gen especial, su valentía y hombría le llevan a ser un kamikaze en numerosas ocasiones, capaz de hacerse un harakiri por el bien de los suyos, los que visten la camiseta blanca que antes defendieron otros como Bernabéu, Di Stéfano, Juanito o Raúl. Por todo ello y por muchas cosas más que dan no para un artículo sino para un libro, Arbeloa es uno di noi.