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Cherchez l'argent

de Richard Dees

"Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante."
(Ryszard Kapuściński)

 

Los franceses, cuyo idioma no es precisamente de mis favoritos, manías mías, llamadme raro, soy más bien anglófilo, utilizan desde los tiempos de Alejandro Dumas, la expresión cherchez la femme, buscad a la mujer. Cierto es que la frase puede sonar un tanto misógina, sobrepasando con creces los límites de la incorrección política eso de hacer recaer sobre las mujeres la responsabilidad de las locuras o estupideces que podamos cometer los hombres, pero no deja de ser cierto que, en determinadas circunstancias, los hombres nos comportamos como verdaderos asnos cuyas acciones están controladas por nuestro cerebro principal. Y no me refiero al que está situado encima de los hombros y entre las dos orejas. Otra cuestión es que queramos evadir nuestra culpa achacando a otros, a otras en este caso, la responsabilidad de nuestros errores.

Pero, dejándome de digresiones, habréis visto que en el título de esta columna no figura la palabra femme (mujer) y sí l'argent (el dinero), algo, esto último, mucho más sórdido y difícil de justificar como causa y motivo de nuestras malas acciones. Con la filosofía del culebrón que muchos se empeñan en propagar, hasta resultan entrañables y comprensibles aquellos que pierden la cabeza por una mujer, por amor. Sin embargo, el que lo hace por dinero, al ser descubierto, no suele obtener ni la empatía ni el perdón de sus semejantes. Y con razón, pensaréis, especialmente cuando ese afán recaudatorio se intenta disfrazar con grandes conceptos como la nación, el patriotismo, el interés de todos… o la Selección Española de Fútbol, actualmente conocida como La Roja, aunque ya veremos por cuánto tiempo ahora que está en horas bajas.

En los últimos días hemos tenido dos claros ejemplos de que, cuando rascas un poco, solamente un poco, bajo esa capa de grandilocuentes palabras, de exaltación entusiasta, de fervorín patriotero-futbolístico, lo único que hay es dinero, los intereses económicos de las grandes, medianas y pequeñas empresas de comunicación.

El descomunal batacazo, el desplome, dicen que inesperado, de la Selección en el Mundial de Brasil, va a tener una repercusión inevitable en aquellos medios que apostaron fuerte por ese acontecimiento deportivo. Imagino a los economistas de Mediaset poniendo velas a Santa Rita de Casia, parece ser que abogada de los imposibles, y rezándole con entusiasmo para que Chile, la otra Roja, en realidad La Roja original, no sacase el descabello a pasear y mandase prematuramente para casa a los pupilos de Del Bosque. Al final, el milagro no se produjo y habrán de hacer otro milagro, acaso más portentoso, para conseguir que les cuadren las cuentas.

España, España, España, todos con España, nuestro corazón con La Roja, cantaban enfervorecidos antes de comenzar el Mundial. Nuestro corazón y nuestra cuenta de resultados, especialmente esta última, habría que añadir. Por eso, no es de extrañar que, en el programa Al Primer Toque de Onda Cero y Radio Marca, Javier Ares reprendiese a Alexis Martín Tamayo, más conocido como Mister Chip, por sus agoreros pronósticos tras el varapalo de la Selección frente a Holanda. No hay que decir esas cosas, se quejaba Ares, porque son malas para el negocio. No importaba que fuesen verdad, que las posibilidades de clasificación de España para los octavos de final fuesen algo peor que remotas, no, lo relevante para Javier Ares era que difundir tales pronósticos era malo para el negocio. Mantengamos encendida la llama de la ilusión porque, en caso contrario, no nos va a escuchar ni nuestra familia.

Mejor aún, o peor según se mire, pero más esclarecedor, es el ejemplo de Pipi Estrada. Sí, tremenda decepción la sufrida por los aficionados por las derrotas de España en Brasil. Sí, los jugadores estaban destrozados por el cruel devenir de los acontecimientos. Sí, todo el crédito acumulado por la Selección en seis años había sido dilapidado en 180 minutos de pesadilla. Sí, amamos a España por encima de todas las cosas y mostraremos eterna gratitud hacia todos aquellos que tanto nos han dado y tan felices nos han hecho. Sí, todo eso está muy bien, es muy bonito y nos mueve a la compasión y la ternura, pero no hay que olvidar que "esta gente, hoy, jugaba con el futuro económico de mucha gente, hay muchos intereses en muchas empresas".

Qué queréis que os diga. A mí Pipi Estrada y sus palabras me recuerdan a aquellos que siempre tienen en su boca, inextricablemente unidos, los vocablos España y amor… pero luego tributan en Andorra, Mónaco o los Estados Unidos, o tienen cuentas en Bahamas, Maldivas o las Islas Caimán.


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