Dime de qué presumes, te diré de qué careces
No es nuevo que integrantes del equipo más importante de aquel país pequeñito de ‘ahí’ arriba - Pep, no me interpondré en tu acuñamiento ni en tus derechos de autor- hagan gala de su elegancia para después ser la perfecta estampa del “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. La última evidencia de los valores y principios mostrados por algunos futbolistas de La Masía la reencarna el siempre correcto y soberano Piqué. Queda muy democrático salir por televisión ejerciendo de Teresa de Calcuta entre compañeros y rivales para después responder ante los micrófonos con sentencias bien aprendidas de las que apenas se puede extraer una contradicción.
Pero la vida no es solo eso. ¿Qué se pensaba que era la vida real Gerard? Se pensaba que bastaba con enfundarse el traje de la distinción y pasar de puntillas por un demo de 90 minutos en el terreno de juego. Pero pocos tontos existen en este país – sí muchos listos, y no voy a entrar en detalles – y en cada una de sus demostraciones confluyen la falsa modestia y soberbia que le caracterizan. La inteligencia de la que cree ser portador se derrumba cada vez que se pronuncia en las redes sociales dejando al descubierto su hipocresía y la falta de agudeza de un importante representante de una Selección de la que ha dejado claro no quiere formar parte.
Estará orgulloso de su última hazaña; porque si no estuviera satisfecho de su condición de persona pública no sería capaz de menospreciar a un profesional que está realizando su trabajo y que, por suerte, trata a todos los mortales por igual. Lo que somos. Tras esta acción nada me desconcierta, ni su prepotencia ni el que de corazón crea que un panadero, un policía o un frutero sientan inquina y envidia hacia él por mostrar de vez en cuando su rostro en los medios gracias a tu profesión. No ha hecho falta nada para que él mismo se haya desenmascarado y reconocido a los cuatro vientos lo ufano y gozoso que se siente al cobrar manifiestas cantidades de dinero y por ello tener el privilegio de mirar por encima del hombro al resto de la gente de su "país". Plasmo las comillas porque no me cuesta nada y yo no quiero que nadie se sienta incómodo.
Concluiré de la manera más sencilla. Con dos consejos que todos deberíamos tener en cuenta:
Estoy convencida de que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad.
No hay mejor almohada que una conciencia tranquila.