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El grito de Munch

de Alejandro López

Nunca un grito causó tanto revuelo, ni el de Munch, más comencemos por el principio. Tras un invierno embriagado por la misma polémica de cada anticanícula, por fin arribaba el momento esperado para que las rotativas dejen de llenar sus pagínas principales con rumorología barata.

El Balón de Oro, ese galardón que premia a un individuo en un deporte de equipo. Ese laurel que es como si al mejor ajedrecista del mundo le hacen compartir su premio con el reloj, los peones, alfiles y caballos de cada partida, pero al revés. En definitiva, un premio sobrevalorado, que se reparte cada enero, con la misma verdad con la que Baltasar, Melchor y Gaspar visitan sus hogares, vaya. Bueno, pues expresada mi afinidad ante tal condecoración, me seduce el hecho de que la celebración del ganador haya causado tanto revuelo entre rivales de lo impoluto.

Bobo, chulo, irrespetuoso, retrasado y demás calificativos han querido algunos acompañar a la cuanto menos original celebración de Cristiano. Desde el respeto que se merece toda opinión fundamentada, ya que caer en el insulto es algo tan bajo que me niego a rebatir, prefiriendo recapacitar en mi mismo tras el impertinente calentón que me genera el odio y el desprecio en un principio, mi opinión sobre dicha celebración es la siguiente: Uno, amante del silencio de Raúl, de los bailes de Ronaldinho, de los aspavientos de Simeone y Mourinho y de demás muestras de pasión, alegría y quizás provocación, cree innecesaria tanta crítica patosa y estereotipada hacia Cristiano. Innecesaria para todos aquellos que celebran cuando el Cholo se alza cual William Wallace o cuando Alves baila en el córner tras un 7-0.

Después de que Henry susurrara, con más dolor que valor, el nombre del vencedor mientras que algunos hablaban de su talante, Cristiano, que no hizo otra cosa que celebrar de la misma manera que me atrevo a decir que celebra el clímax en su lecho, los goles en la 'pley' o un simple caño en un 'rondito', repitió aquello que hace domingo tras domingo, ¿y?. No me explico tanto odio, no me explico tanta crítica siempre dañina, sin argumentos en su mayoría y bajo el grano de pus del "es un chulo de mierda y un prepotente".

Ante esto, que no se si es cuanto menos verídico porque no lo conozco y, por lo tanto, me niego a juzgar, mi pregunta es: ¿Es necesario sacar el mismo discurso cada vez que el portugués hace un gesto? Voy a ir más allá: ¿Es prepotente la actitud de Simeone al decir que su liga es otra o al aplaudir a un arbitro en la faz en reiteradas ocasiones? Muchos habrán dejado de leer, normal, el fascismo intelectual de algunos es tal que no es más ciego que el que no quiere leer, que no ver. Para el que se aventura a polemizar, ni lo uno ni lo otro son actos de provocación, es vivir esto que para algunos es su vida. Además, ¡que coño!, me gustan los rebeldes.

Concluyo mi defensa, ataque, o como quieran tildarlo con dos simples reflexiones. Una: Siempre he pensado lo mismo, cada uno celebra sus éxitos como quiere y en los demás está el respetar siempre y cuando a ellos no se les ofenda directamente. Dos: Estas galas solo sirven para accrecentar el ego de unos pocos a la par que el odio/envidia en otros. 

 

#JeSuisCharlieHebdo 
"Ante todo, respetáos a vosotros mismos". [Pitágoras de Samos]
 


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