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El mourinhismo de Florentino Pérez

de Francisco José Reina

Probablemente el mayor logro de Mourinho en el Real Madrid no fue la devolución de la competitividad a un equipo que caía en octavos -por ejemplo- de la Champions por decreto de manera consecutiva ni el freno a la hegemonía que por entonces abanderaba el Barça en la Liga española en detrimento del conjunto blanco. Lo que verdaderamente hizo especial la estancia de Mourinho en la capital fue esa especie de alegoría de la caverna de Platón que lideró para que los madridistas se liberasen de la venda de opresión que ejercían los medios de comunicación a la libertad de pensamiento del aficionado. Y de ese logro quedan aún posos en la cúpula del Real Madrid, aunque broten muy de vez en cuando. Se refleja en Florentino, un presidente que adoptó la conducta políticamente correcta desde su primer mandato hasta el actual como seña de identidad. Una idiosincrasia que, desde que Mourinho aterrizara en Madrid, cambió. El venom de Pérez es cada vez más reconocible. En las últimas comparecencias públicas ha pasado al ataque, como pudimos comprobar en los ataques públicos a Relaño en el anterior El Chiringuito o, sin ir más lejos, en la rueda de prensa de la pasada semana, donde desmintió -y ya van…- al diario Marca alegando que "yo no tengo que ratificar a Ancelotti porque ustedes le quieran echar (…) Algunos se empeñan en que Bale tiene una hernia y cuando no la tiene, se empeñan en que no es jugador para el Madrid y que distorsiona el sistema", y donde puso de manifiesto la enfermiza obsesión del As y su director en su contra tras una respuesta al periodista del periódico en cuestión, entendiendo "que haya medios que quieran influir, pero a veces se pasan. Algunos no van contra el Madrid, sino contra mí". Desde el "Mourinho es el que mejor defiende al club y los valores del Real Madrid" que entonó en la asamblea de socios compromisarios del pasado 2011 y como consecuencia de la manera de hacer las cosas que instaló el portugués en el equipo, el presidente conserva ese mourinhismo que tanto demandamos algunos y que, por poco que salga, cuando lo hace, pone un puñado de granos a favor en la balanza de la justicia y la dignidad blanca.


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