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El partido de (casi) siempre

de Francisco José Reina

Se intuía con el paso de los minutos que el partido contra el Granada iba a ser ese tipo de partidos a los que nos tiene acostumbrados el Real Madrid. Partido con la presión propia de jugar después del Barça, fuera de casa, con ritmo lento y sin ver puerta después del empate del equipo de casa. Y eso que la primera parte acabó con el Madrid por delante en el marcador gracias al que se afilió al gol que abre la lata, Karim Benzema. El francés lleva seis partidos consecutivos marcando y, de los diecinueve en su cuenta goleadora, ocho inauguraron el marcador. Pero la segunda parte se enturbió con la desesperación que trajo por consecuencia el empate de los granadinos. Desde ese instante todos asistíamos a un partido ya jugado, aquel en el que corren los minutos a la velocidad de la luz sin que la pelota entre. Esta vez las ocasiones brillaban por su ausencia en un Madrid desorientado lejos del Bernabéu, en donde la presión en la salida del balón madridista dificultaba todo atisbo de amenaza. Solo quedaba esperar que el árbitro pitara el final y escuchar a los capitanes pidiendo perdón y llamando a la autocrítica. Pero esta vez fue distinto. A tan solo seis minutos del final, la pelota llegó a los pies de un Modric magistral, que aupado por el consejo de Zidane, cruzó la pelota a la escuadra de la portería en un disparo soberbio dando los tres puntos a un Madrid que agonizaba. Los "42 millones para tapar vergüenzas" que llevaba en portada el Sport, las preferencias de Silva o Cazorla ante el fichaje del croata por parte de Tomás Roncero o el "petardazo" de un "Modric incapaz" de Maldini tornaban en alabanzas a un jugador imprescindible que ayer, tras el obús en Los Cármenes, taponó las botellas que algunos descorchaban en vista de un partido que si no llega a ser por la brillantez del croata, hubiera sumado un punto en la clasificación y sentenciado la Liga.


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