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El Real Madrid es rock and roll

de Jorge Calabrés

Del triunfo del Real Madrid ante el Betis hay que quedarse con el cuarto gol del conjunto de Zidane. Una contra hecha obra de arte. Un tanto convertido en una canción de rock and roll. Pepe en la batería iniciando la jugada y dando el último pase, Kovacic en el teclado poniendo el ritmo de lo que se viene, Cristiano al bajo para preparar el clímax con la guitarra eléctrica de Isco. Entre el comienzo y el fin, un subidón y unos breves segundos vertiginosos de los que hacen que la vida valga la pena. Doce pases para olvidarse de todos los problemas y reconciliarse con la humanidad. Música transformada en fútbol. 

Años llevan algunos pidiendo al Real Madrid que abrace la música clásica. La de adorno y toque. La de marear y marear para llegar al gol. La de las sinfonías inacabadas que son aplaudidas. Pobres diablos. No saben que el conjunto blanco es mucho más que eso. Revolotea como una mariposa y pica una avispa. Es el Alí o los Rolling Stones del fútbol. Un estilo histórico que se recuperó con Mourinho tras casi una década de larga travesía por el desierto. El Madrid corre, no especula. Como lo hace en baloncesto con Laso y qué tantas alegrías ha dado. Esa es la filosofía blanca. Los madridistas no son románticos, son insaciables. 

En el Benito Villamarín se pudo ver un gol de esos que tanto gusta a Florentino Pérez poner en los videomarcadores durante los minutos previos de los partidos, como aquel ante el Ajax en Champions de hace unos años. Un vendaval futbolístico en cuestión de segundos. Y es que en Sevilla el Real Madrid se reencontró con algo más que la victoria. Se reencontró con sí mismo. Con el Madrid de antaño, el de Di Stéfano, Puskas y Gento, y el actual de Bale, Benzema y Cristiano


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