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Eso no se dice

de Richard Dees

"Niño, deja ya de joder con la pelota, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca"

(Joan Manuel Serrat, Esos locos bajitos)

 

¡Pasen y vean! ¡Pasen y oigan! ¡Pasen y lean! Con toda libertad, con total confianza, que ésta es su casa, la casa de ustedes, queridos oyentes, lectores, espectadores, a quien tanto queremos, debemos y respetamos. Porque su opinión es muy importante para nosotros, de ustedes, de sus sugerencias, aprendemos para, en el futuro, corregir errores y mejorar el producto. 

Abrimos nuestros micrófonos, que también son suyos, para que se manifiesten con total libertad, para que nos cuenten lo que les preocupa y lo que les satisface, lo que les gusta y lo que no, sin censura previa, sin filtros, siempre que se expresen con corrección y sin insultos.

¡Buenos días, amigo! Cuéntame lo que quieras…

Éste es el discurso oficial de toda aquella emisora de radio que, en uno u otro momento del día, permita la participación de sus oyentes a través de una llamada telefónica. Con total libertad, pero sin insultos, cuéntame lo que quieras. Y uno, que pretende entender el significado de las palabras que le dicen, piensa que ese lo que quieras significa exactamente eso, lo que el oyente quiera. Pero en muchas ocasiones no es así.

Además de informar de lo que ocurre, en los tiempos que corren, el trabajo de un ciudadano periodista también consiste en expresar opiniones. No hay noticias de deportes suficientes como para rellenar hora y media, dos horas de programa, mucho menos veinticuatro horas en una emisora especializada como Radio Marca, así que hay que complementar la información, escasa, con las tertulias y opiniones varias, muchas y poco variadas. Y la opinión significa crítica, enjuiciamiento del trabajo que desempeñan otros, ya sean deportistas, dirigentes o utilleros, de todos aquellos que están, de una manera u otra, involucrados en la actividad deportiva. En las tertulias, dependiendo del sesgo de cada una, no queda títere con cabeza y todos son susceptibles de recibir furibundas críticas por el desempeño de su profesión. No por ser alto, bajo, guapo, feo, simpático o mal encarado, no, sino por el trabajo que desarrollan.

¿De todos? No, de todos no. Quedan al margen de la crítica los propios colegas, que ya sabemos que perro no come perro y el llamado periodismo de periodistas está muy mal visto en el seno de la profesión. Y lo entiendo. Más o menos. Hoy estás aquí, mañana puedes estar allá, y el que ayer criticaste con dureza por ofrecer informaciones que tú sabes falsas de toda falsedad, el año que viene puede ser tu compañero de redacción, incluso tu jefe. Salvo por motivos puramente económicos, y aquí entran en juego las órdenes directas de la superioridad –todos recordamos la cruenta guerra contra PRISA cuando ésta empresa se hizo con el monopolio de las transmisiones de los partidos de fútbol, o los exabruptos de Javier Ares contra José María García por el "secuestro informativo" de este último de la Vuelta Ciclista a España–, aquí nadie se arroga el derecho a criticar a un colega. Más bien al contrario, quién soy yo para contradecir la información de otro, suelen decir, aunque ese otro diga blanco y yo sostenga que es negro betún.

Esta semana, en el programa Directo Marca, se ha dado una vuelta de tuerca a ese nefasto corporativismo que tanto mal hace a la profesión periodística. Ya no es que ellos no critiquen a otros compañeros periodistas, es que se cercena de raíz la posibilidad de que los propios oyentes lo puedan hacer. Aunque sea reposadamente, con argumentos, sin insultos, en el programa que dirige Vicente Ortega no se puede llamar para criticar a ciudadanos periodistas de esa emisora. Ésta es tu casa, querido oyente, pero en ella mando yo y tú opinarás lo que quieras, siempre que sea lo que yo quiero que opines. ¿Llamar a mi programa para criticar el trabajo de un ciudadano periodista de esta emisora? ¡Habrase visto tamaña osadía! Ni que nosotros nos metiésemos en el trabajo de los demás. ¿Acaso nosotros le decimos a un entrenador cómo debe jugar su equipo, a quién debe alienar y a quién no? ¿Es que nosotros recomendamos, pedimos, a veces exigimos, que tal o cual presidente destituya fulminantemente a su entrenador o contrate a éste o aquel jugador? ¡No, nunca, jamás! Así que no nos vengan con esa loca pretensión de criticarnos a nosotros, ustedes, los consumidores de información a quienes tanto debemos y respetamos, siempre que no se salgan del carril y vean, oigan y, sobre todo, callen.


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