Florentino, te equivocas
Echaron a Mourinho pensando que así se terminaría con el problema. Ahora echan a Diego López. Dos opositores al régimen casillista exiliados y el problema persistente en el madridismo. Parece de locos pensar que el debate terminará cuando abandone el equipo el jugador que lo causa, ¿verdad?
Pero Florentino ha tomado partido: desprenderse del que compite, del profesional que dio todo por y para el Real Madrid, arropando siempre a sus compañeros y demostrando una paciencia inaudita ante la abominable campaña de los medios de comunicación y del que hizo de las paradas y la oposición deportiva a base de esfuerzo y entrenamiento su único delito, y quedarse con el que echó al anterior entrenador, del amigo de la prensa que capitaneaba las campañas en contra del mismo y que hoy día sigue permitiendo las mismas contra los que osan a plantar cara deportivamente a su protegido, Iker Casillas. Del que se niega a calentar y a seguir en el equipo de no ser el protagonista principal y del que va insultando y menospreciando a través de terceros a sus propios compañeros. Del que, a pesar de ver a uno de sus compañeros pedirle perdón por hacer un RT a una guía de 98 páginas en el que se dedicaban un par de frases criticándole, no hace lo propio al gustarle un parrafito dedicado íntegramente al vilipendio de dos jugadores del plantel al que pertenece. Sí, de ese que de los últimos 11 tiros a puertas ha encajado 11 goles.
"Sigo aquí a no ser que me den una patada en el culo", decía Diego en abril. Y buena patada le ha pegado su presidente. Porque la decisión es de Florentino Pérez. Vecchi lo confirmaba, halagando al ya ex-portero del Real Madrid: “Diego López es uno de los mejores porteros que he entrenado en mi vida”. Una forma de decir, como dijo Ancelotti en 2013, que "a veces lo comercial se impone sobre lo técnico". Una pena. Pena que el madridismo de bien no olvidará, porque las injusticias quedan grabadas a fuego en la memoria, y la afición, ante atropellos a la dignidad, se posiciona, y ve en Casillas el privilegio amoral en forma de tropelía sinrazón de la que reniega, por mucho currículum y pasado del que se haya estado alimentado todos estos años. Florentino, te equivocas.