Hora de la herencia
El cambio tiene que llegar. El capitán no puede tener miedo de que sus marinos se abalancen sobre él por una o varias decisiones equivocadas tomadas del camarote para dentro. Una nueva esperanza, un 4, que ejerce más que el primero, como si de Jon Nieve en la defensa del muro se tratase cuando Janos Slynt sucumbe a la presión, ya es más considerado que el propio mandamás.
Capitán, una palabra que nunca me cansaré de pronunciar en ese entorno que me apasiona y me asombra cada día más. Un significante cuyo significado no es el mismo en los últimos años en la casa del fútbol, un concepto que aún vive de una esperanza, simple, pero no precisamente vaga. De un valor, de una entrega, de un saber estar, de un '9' atrapado en un zaguero.
El temor no se puede adueñar de un comandante. En el amor por este deporte no puede existir el temor ni el pánico y menos a los que te critican. Es el momento de que tome las riendas el joven del borde del Guadalquivir. El mismo que en sus primeras palabras ante la axfixiante presión de un micrófono dijo lo que cualquier hincha de Padre Damián diría.
Aprendió del mejor en su puesto; creció de la mano del brazalete más bien portado y, tras estar bajo el ocaso de la figura, la esclava ha de llegar a sus manos, porque aun faltando significante, el significado le refrenda. La pasión, la exigencia y el triunfo su sino, el estar, para bien o para mal, su rúbrica.
Es el más 'top' en su puesto, como aquel luso afirmó: "El futuro pasa por él". Ese devenir ya ha llegado y es la hora de que otros lo transformen en puro presente. Velando aguarda, pero el tigre no puede siempre acechar, ha de cazar y su hora es inmediata. Lo bizarro, en el puro sentido de la palabra, ha de sobrepasar al oscurantismo y timidez que imperan ahora.
"Me quedo velando por años en la selva tus huesos, tu ceniza [...] lejos del odio y de la cólera [...] centinela implacable de mi amor asesino". El tigre, Los versos del capitán, Neruda.