El bochorno de ayer no fue una sorpresa
El Real Madrid tocó fondo ayer. La afición se volcó, hizo un recibimiento a la altura de las expectativas al autobús del equipo y ni por esas los jugadores y el entrenador sacaron el orgullo. Pero, como digo en el título, el bochorno del clásico no fue una sorpresa por dos motivos: primero, porque el Barcelona llegaba mejor y los culés han demostrado que siempre intentan hacer sangre contra el eterno rival si tienen la más mínima oportunidad -por desgracia, nosotros no podemos decir lo mismo de los nuestros-; y segundo, por el inicio de temporada de los de Ancelotti.
No me voy a ir tan atrás como para hablar de los tropiezos en Mallorca o Gran Canaria. Basta con echar un vistazo al último mes del Real Madrid. Una derrota lamentable en Lille, un planteamiento rácano en el derbi contra el Atlético que acabó de la peor forma posible y una primera parte ridícula ante el Borussia Dortmund que se solventó en la segunda parte gracias a un Vinicius exultante. Ayer el brasileño no apareció y el equipo lo pagó.
Podemos hablar de que Mbappé parece no conocer la regla del fuera de juego, del despropósito de Lucas Vázquez, de la inacción de Ancelotti o de la desconexión inexplicable de Militao y Rüdiger en el centro lateral que da lugar al 0-2. Pero al final, cuando viene siendo un cúmulo de tantas cosas desde el principio de temporada, es perder el tiempo. La solución pasa por un lavado de cara. Un cambio de entrenador -que sabemos que no se va a producir, de momento-. Hasta entonces, solo queda confiar en que las individualidades nos permitan ir sobreviviendo en el día a día.