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No he conocido el fútbol sin Cristiano Ronaldo y tampoco quiero hacerlo

de Diego Rivero Mosqueda
Cristiano Ronaldo, Portugal

La grandeza es algo que no se puede comprar, ni tampoco encontrar en ningún lugar. La historia la escriben los que de verdad tienen el valor a hacerlo, los que no se rinden nunca, pero también las personas que llevan a su espalda una carga con la que es imposible de vivir para la mayoría de los mortales. Cristiano Ronaldo no es así, no es un ser humano normal, tampoco es un futbolista que haya salido una vez en un siglo y para de contar. El portugués es... no sé definirlo más allá de "ídolo", pero él fue el epicentro de mi pasión por el fútbol. No lo fue Raúl González, tampoco Sergio Ramos, ni siquiera Iker Casillas. Fue un extranjero, un hombre que no era de club, alguien que vino de fuera para demostrarnos a todos de qué era capaz.

No cumplió las expectativas porque las barrió, destruyó todo aquello que conocíamos. Derribó las murallas que parecían indestructibles, y decidió llevar a su espalda el peso del mejor club de la historia, el Real Madrid. Su fútbol, el que algunos definieron como "todo físico" y sin ningún tipo de talento, que era fruto del entrenamiento... no le conocían, y tampoco tuvieron el placer ni recibieron el perdón para reencontrarse con la verdad más tarde. Cristiano, el portugués, el nuestro, fue el jugador por el que, definitivamente, terminé de amar este deporte. No fue solo su calidad, sino su forma de ser y hacer las cosas. Aquella manera de hacer parecer que la vida era un mero trámite si caminabas a su lado. Siempre él, nunca otro lo intentó de tal manera.

Cristiano Ronaldo es más que un futbolista, es un modelo de vida, pero también de lucha y entrega. Fue el jugador que más y mejor emuló los valores del Real Madrid, y no solo eso, sino también de mostrarnos que nunca hay un final de las cosas si nos enfundamos la blanca y damos todo de nosotros mismos junto a él. El último legionario defendiendo el águila de Roma; el gol en el último minuto; el valor y el coraje de levantarse una y otra vez para ganar cada partido; la vida y la muerte si él caía, con nosotros detrás intentando levantar al general que no dio por perdida ni un tramo de la colina. 

La tristeza eterna del adiós a cada deportista histórico duele más y se hace más profunda si Cristiano es el involucrado. Solo las personas que continúan arriesgando sus vidas para defender su fe se convierten en héroes y continúan existiendo en la leyenda, y él nunca dejó de hacerlo. No solo en el Real Madrid, sino en cualquier país y con cualquier club. Su resiliencia y su forma de luchar contagió a una afición que ya no se separó de él, y le hizo más grande, tanto... que ni siquiera la historia será justo con su persona.

Gracias por dejarnos caminar a tu lado en cada batalla. Gracias por ser el escudo impenetrable y la espada fina y elegante que nunca perdía ningún duelo. Gracias por representar unos valores intachables e inquebrantables. Gracias por darnos tu fútbol en cada remate, en cada carrera, en cada regate, y sobre todo en cada celebración. Gracias por darnos la vida que los años siempre amenazan con quitarnos. Pero, sobre todo, gracias por enseñarme que no he podido elegir mejor a alguien como ídolo.

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