Incertidumbre máxima a una semana del partido
Al fútbol, como a muchas naciones, se le han visto la costura desde que afloró el revuelo por el SARS-CoV-2. Mejor dicho a sus mandatarios, que acumulando sainetes han ido brincando entre sartenes ardiendo. Escaldados han salido pero no con la cara colorada, a pesar de que las mentiras, ocultaciones y falta de trasparencia hacia la ciudadanía en pro del negocio han estado a la orden del día. Enfocados en el balompié, que es lo que aquí ocupa, Tebas desenvolvió la parafernalia para retomar LaLiga mientras la gente de a pie se cogía con alfileres, y ahora, cuando el confeti del fin de fiesta aún pinta el suelo, se suceden los positivos, que no contagiados. ¿Casualidad o no?
Mientras, en Mánchester crece la tensión a una semana de recibir al Real Madrid. La UEFA también se ha lucido entre las bambalinas. Aplazamiento, propuesta de Lisboa como sede para albergar lo que resta...y al final, como es obvio, los clubes que en la ida tiraron de maletas ahora quieren ser los anfitriones, porque bastante tendrán con la desventaja de no arroparse con el calor de su público...aunque en estas fechas sea lo que sobre. Aunque se irían a Marte por sustentar el circo, la improvisación de las instituciones como de gobiernos ya no es noticia del día. Esta Champions se tambalea y ya distorsionada por las condiciones y los fichajes, no parece contar con un plan B en caso de petardazo. Si el año pasado fue una competición de locura con sorpresas y remontadas sobre la bocina, este curso también...pero por causas muy diferentes. El Madrid va a viajar o al menos eso pretende a siete días de la final, pero quien sabe si se acabará jugando, o si de hacerlo, será en el día y lugar acordados, aunque si las ligas volvieron, el negocio de la hermana mayor con estrellas no debería peligrar.