La crítica y la histeria
Si alguien que no sigue con asiduidad los acontecimientos en cada jornada liguera y ayer se metiera tan sólo cinco minutos en Twitter, pensaría que Benítez no ha ganado un partido desde que aterrizara en Madrid, que Cristiano no lleva ni un tanto en su cuenta goleadora y que el Real Madrid lideraría la tabla clasificatoria, pero por abajo. La crítica, siempre tan generosa con el equipo de la capital, no dejaba títere con cabeza. Y es difícil no sucumbir al ventajismo posterior a la derrota y criticar a mansalva lo ocurrido en Sevilla. Se antoja demasiado complicado no coincidir con los que se alegran de lo sucedido para justificar que se quite el tapón de la bañera que aglutinaba reseñas llenas de inquina en un sensacionalismo desmedido, injusto y categórico. Porque lo peor de la derrota -la primera desde que arrancara la Liga- no fue la pérdida de tres puntos sino la falta de actitud, la ausencia de movimientos en la línea atacante y la invisibilidad de la garra que atesora el escudo de la camiseta blanca. Casilla, nervioso e inseguro, falló en el empate del Sevilla dando rienda suelta a la imaginación de un Konoplyanka desatado, que mareó a Danilo a su antojo y que propició la debacle de un Madrid que pasó de dominar la primera parte a hacer aguas en la segunda. Sin reacción ni nervio, el último tramo del partido fue un verdadero suplicio. Cristiano, más pendiente de documentales autobiográficos y entrevistas en medios internacionales, anduvo tan desaparecido como incómodo de nueve, desatando la ira de los que ni metiendo cinco valoran lo magnánimo de su legado, esta vez con razón. Sólo Bale en un principio y James en su salida al campo, protagonizaron lo positivo en el día de ayer. El Sevilla, con el rival contra las cuerdas, optó por marear al rival viendo la ventaja en el marcador y sabedor de la inacción del conjunto de un Benítez henchido de histeria, que no de crítica, ante la primera derrota del campeonato y a poco más de una semana del clásico en el Bernabéu. Porque, lamentablemente, lejos de criticar, exigir y reprender con justicia y ecuanimidad teniendo por objetivo la mejora, siempre se aboga por la histeria desbordante y desmedida que no hace otra cosa que contribuir al deterioro del equipo que, el día 21 de noviembre, podrá recuperar el liderato en casa ganando el clásico bajo la protección de una afición justa y ferviente en el apoyo.