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La Novena Sinfonía del Real Madrid

de Jorge Calabrés

Cuando en 1995 el Real Madrid levantaba su octava Copa de Europa nadie se imaginaba que tendrían que pasar 20 años para que se repitiera esa imagen. En aquella final de Zaragoza un gigante lituano llamado Arvydas Sabonis fue nombrado MVP. A los mandos, un Zeljko Obradovic que comenzaba a escribir su leyenda. Mucho ha llovido desde entonces, tanto como que el Madrid ganó la Octava en el Pabellón Príncipe Felipe y la Novena le fue entregada por el Rey Felipe VI. Datos demoledores que deben dar aún más mérito al giro radical que dio el club blanco desde la llegada de Pablo Laso al banquillo. 

Laso, jugador del Real Madrid entre 1995 y 1997, conocía a la perfección el reto al que se enfrentaba cuando aceptó ser entrenador del club blanco. El vitoriano tenía ante sí su gran oportunidad en los banquillos tras haber pasado por Pamesa Valencia, Alerta Cantabria y Gipuzkoa Basket. Sin haber dirigido a grandes equipos, fue su conocimiento de la casa lo que decantó la balanza a su favor. La apuesta de Juan Carlos Sánchez y Herreros era arriesgada pero ambos estaban convencidos de la capacidad de Laso para llevar las riendas del proyecto. Y no se equivocaron. Tras cuatro temporadas, el Real Madrid ha sumado copas a sus vitrinas cada año y por fin ha vuelto a ser considerado un grande de Europa. Pero yendo mucho más allá de los resultados, el equipo blanco ha conquistado al aficionado con un juego alegre y vistoso y con una gran generación de jugadores nacionales como Felipe Reyes, Rudy, Llull y Sergio Rodríguez

El método Laso aboga por la importancia del equipo por encima de la individuales. Eso es precisamente lo que ha llevado al Real Madrid a disputar tres finales consecutivas de Euroliga. El conjunto blanco ha ganado una final con Nocioni y Carroll como estrellas, dos jugadores utilizados normalmente por Laso en la segunda unidad. El técnico siempre ha destacado la importancia de Nocioni más allá de los números. El argentino ha dado al Madrid esa garra y mala leche que le faltó en las dos anterirores finales continentales. La reconstrucción del equipo en verano fue severa. Hubo bajas importantes como las de Mirotic, Darden o Draper y fichajes de renombre como Ayón o Nocioni. Además, el Mundial coaccionó la planificiación e hizo que el Madrid se plantara en la Supercopa Endesa con solo dos entrenamientos. Y aún así la ganó. 

En diciembre llegaron las vacas flacas tras una serie de derrotas dolorosas, incluida una ante el Barcelona que hizo que se propagaran los rumores sobre un posible relevo en el banquillo. Pero eso no pasó, ni se llegó a plantear afirman en el club blanco. El hecho es que unos meses después el Real Madrid ganó la Copa del Rey en Gran Canaria ante un eterno rival más poderoso económicamente y reforzado a base de talonario. Y ahora en mayo, Felipe Reyes levantó la Euroliga al cielo de Madrid para cumplir el sueño de todos los madridistas. La paciencia, el esfuerzo diario y la exigencia de Pablo Laso habían dado sus frutos. Este Real Madrid será recordado por los títulos, pero también merece ser reconocido por el duro camino andado para llegar a ellos. Jugar tres finales de Euroliga consecutivas solo se logra con unión y un métodico trabajo en los entrenamientos. Como se suele decir en los pasillos del Barclaycard Center: "Hay que jugar muchos Real Madrid - Zalgiris Kaunas para llegar a la final". 

La Final Four de Madrid ya ha pasado a la historia del club blanco y del baloncesto español. De Obradovic a Laso, de Sabonis a Nocioni. 20 años después el Real Madrid vuelve a reinar en Europa. Por el camino, lágrimas y muchos insabores. Una larga travesía por el desierto que puso su fin con la vuelta de Florentino Pérez a la presidencia y con la contratación de Pablo Laso como entrenador. Ahora, en el éxtasis del triunfo, merece la pena mirar atrás y no olvidar aquellos amargos años para no volver a caer en los mismos errores. En definitiva y parafraseando a Laso: "Disfrutemos esta copa y no cambiemos".  


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