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Los audios del VAR deben ser un derecho de todos

de Diego Fuentes

La introducción del VAR en el fútbol ha causado efervescencia, indignación y desconcierto a partes iguales. La herramienta tecnológica se presentaba como un supuesto apoyo para el árbitro de campo, epicentro en la mirilla de los francotiradores de aficionados que, con razón o no, no vacilaban a la hora de apretar el gatillo para ajusticiar al vilipendiado señor de las cartulinas. El videoarbitraje también se presentaba con el cometido, arduo y frustrado, de acabar con la vida de tertulias deportivas que hacían de la controversia su hilo conductor.

El amante del balompié y a la vez de la justicia total aguardaba con los brazos abiertos el desembarco de la carroza que a partir del curso pasado se instaló en todos los coliseos de la élite del fútbol español. Sin embargo, su funcionamiento y resultados distan y mucho con los de otras ligas, y es que según señala el diario Marca, que el colegiado haga uso de su supuesto salvavidas acercándose a la banda, les penaliza de cara a un posible descenso de categoría para la próxima temporada. En LaLiga apenas hay rastro de esa imagen que acompañada del gesto de la pantalla ya se ha convertido en global, y es que de ser cierta la información revelada, los trencillas no tienen libertad para hacer su trabajo, quedando reducida la introducción de la tecnología como mero postín.

El Real Madrid no es el único club reticente. Para colmo, no parece posible acceder a los audios en las jugadas polémicas, lo que confiere la aureola de intocable a un elemento que aterrizaba con el móvil de aportar transparencia, así como de acabar con las conspiraciones de "díscolos que cuyas quejas tan solo se fundamentaban en pretextos para justificar los deslices de su equipo". Un tira y afloja que seguirá sin tener fin, a pesar de que todo el entorno que rodea al fútbol debería tener derecho, al menos por respeto, a conocer las palabras que se intercambian los colegiados por el pinganillo. Desgraciadamente, la polémica vende y los jueces continúan en su burbuja


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