Pasión, muerte y resurrección
El madridismo, aquí también en Cataluña, se alegra hoy más que nunca de tener un Real Madrid que es como la propia Semana Santa: Pasión, Muerte y Resurrección. Y es que amigas y amigos madridistas nuestro siempre amado Real entró hace unos meses en una especie de Pasión cristiana, de Vía Crucis de mal juego, malas caras y poca comunión con el látigo de Benítez. Un momento que hubiese servido para ver al verdadero madridista, pero muchos de ellos condenaron a muerte al equipo, como hicieron con Cristo, válgame la respetuosa distancia. El equipo luego, sentenciado ya desde las tribunas periodísticas más antimadrisistas, tuvo que cargar la cruz, caer por primera vez, sin que los medios, excepto el propio de la entidad, lo ayudara como Simón el Cirineo ayudó a Jesús en la Quinta Estación. El Madrid no tuvo, no obstante, ninguna Verónica que le limpiara el rostro. Es más, se le despojó de sus vestiduras día sí y día también desde el pálpito de los chamanes que viven del antimerenguismo.
A pesar de ello, el Madrid no ha sido clavado ni muerto en la Cruz. Ni mucho menos sepultado. El Madrid está más vivo que nunca y esto sólo ha hecho más que empezar. La autocrítica siempre es buena y más en fechas como ésta donde hay que reflexionar, pero nunca flajelarse. Los cristianos hemos entendido tradicionalmente la muerte de Jesús en la Cruz como una muerte en sacrificio expiatorio. La mayoría de los cristianos proclamamos este sacrificio a través del pan y el vino de la Eucaristía, como un recuerdo de la Última Cena. Una representación que para nuestro equipo, como alegoría, llegará con la tan ansiada final de la Copa de Europa, ese trofeo que inventamos nosotros.
El que Cristo resucitara, triunfando sobre la muerte, es el punto clave de la doctrina y teología cristiana. Tal importancia se declara desde los propios textos bíblicos. Tenemos fe de que en este caso los propios textos de historia recogerán la consecución de la Novena bajo el mandato en el Año I de nuestro Mesías Zinedine Zidane.
Y es que como bien dijo el Premio Nobel de Literatura Romain Rolland, "la vida es una serie de muertes y resurrecciones".