Si Messi jugase en el Madrid
Inmediatamente después de que Messi anotara el primero de los dos goles que metió contra el Athletic de Bilbao en la final de Copa, y tras los elogios de los comentaristas de Cuatro, que lo tildaron de "mejor jugador del mundo", "extraterrestre", "un jugador nunca visto", "Dios" y una ringlera de glorificaciones al que, días antes, Manu Carreño había definido como "el problema del Real Madrid", llegando a asegurar que "hasta que no se jubile igual en Madrid no encuentran entrenador", imaginé por momentos si el crack argentino fuera jugador del Real Madrid.
Para empezar no entraría en el debate sobre si es o no el mejor jugador de la historia, -se le exigiría para obtener dicho honor el haber conquistado en su palmarés un Mundial- ni tan siquiera el mejor del momento, pues en las comparaciones con otros jugadores siempre quedaría por debajo, alegando en su contra desapariciones en temporadas y partidos clave, independientemente de sus números. Pero no sólo eso, también sería punto de mira en el debate público por imponerse en el vestuario en detrimento de jugadores y entrenadores nacionales. Es más, se harían campañas en su contra por dichas cuestiones, aprovechando así la tirria hacia el presidente que le fichó.
Si Messi jugara en el Madrid, la imagen del niño que tuvo que tratarse por enfermedad para crecer se transformaría en un ejemplo nauseabundo para los jóvenes -vómitos aparte-; un paradigma llevado al debate moral y político. Poco importaría que jugadores de la talla de Zidane o Maradona hubiesen apostado por él en detrimento del rival que pugna por ser mejor que tú. Por no hablar de la opinión y el revuelo mediático sobre los delitos fiscales y los problemas con Hacienda, caldo de cultivo para años y años de tertulias pidiendo la cabeza del fraudulento en nombre del señorío. Como consecuencia, los éxitos deportivos y la huella histórica que dejaría en el mundo del fútbol sería motivo de portada en la prensa de la ciudad en, como mucho, un par de ocasiones. En el caso de la prensa de Barcelona, nunca, sin lugar a la excepción, sería elevado a los altares del fútbol. Los periodistas, ya sean de radio o televisión jamás considerarían algún gol con calificativos como "Dios". De hecho, con suerte narrarían el gol con un mínimo grado de entusiasmo.
En el campo, tendría que soportar que su propia afición le cuestionase e incluso pitase si fuera necesario. Algunos hasta pedirían que se marchara por no meter tres goles en todos y cada uno de los partidos que jugara. En la afición rival, nunca se le reconocería la genialidad en las autorías de las decenas y decenas de goles mágicos que anotase, ni tan siquiera con un pequeño adjetivo benévolo, o con un rinconcito en alguno de los diarios deportivos, primando más, en la crítica, vida personal, actitudes y prejuicios. Por no hablar de la imposibilidad de queja ante insultos, que para eso cobra lo que cobra. Y todo ello sería, tal y como dijo Van_Palomaain, por vestir una camiseta blanca con un escudo redondito y muchas Copas de Europa. Pero claro, eso sucedería si Messi jugase en el Real Madrid.