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Sobran veintitrés

de Óscar Maya

El Real Madrid volvió a perder, otra vez frente a un equipo de nivel. Cinco goles al Betis, seis al Espanyol, cuatro al Getafe, ocho al Malmö... pero al Atlético lo dejas vivo, el Sevilla te da un baño, contra el Barcelona ni la hueles y en El Madrigal 'juegas' 45 minutos. Diversos resultados y una misma conclusión: la calidad te puede valer para ganar a 'equipos menores' pero llega un 'grande' y te hace ver la cruda realidad.

El partido frente al Villarreal fue el colmo. Los jugadores saltaron al terreno de juego sin ganas, lo que supuso que el conjunto de Marcelino se hiciera con el partido. Una falta de actitud que ya se vio reflejada en el calentamiento, donde se pudo observar a algunos futbolistas cruzados de brazos, aunque no pasa nada. El equipo reaccionó en la segunda mitad, pero no hubo suerte de cara al gol; esta excusa es la que tuvimos que tragarnos los aficionados blancos al escuchar a los protagonistas después del encuentro.

Una explicación con la que además intentan mentir a los madridistas. El consuelo es la 'reacción' en la segunda mitad, un cambio que vino propiciado por adelantar líneas y el bajón físico del rival que tuvo dos días menos de descanso; excusas en vez de autocrítica, y ya van cuatro.

¿Culpa de Benítez? No. ¿Culpa de Florentino? Quizás. ¿Culpa de los jugadores? Sí. Los futbolistas ningunean al madridismo cada vez que salen al campo sin ganas, y esto les tiene que pasar factura.

Pueden ser muy buenos y ganar millones, pero nunca serán más grandes que el escudo del Real Madrid. Su mayor error es creer que pueden desobedecer al entrenador porque echan de menos al anterior o porque simplemente no les gusta lo que dice.

La camiseta del club más laureado de la historia, con 113 años de historia a sus espaldas y con una legión de aficionados detrás está muy por encima de los egos. Los jugadores no quieren señalar a nadie porque saben que ellos son el problema, sobran veintitrés. 


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